Velázquez. La esencia del tiempo

El conjunto de la obra de un gran pintor resulta atractivo desde diferentes puntos de vista, tanto estéticos como históricos e incluso sociales. Un análisis detenido de este conjunto puede permitirnos profundizar en el conocimiento de aspectos que fueron característicos de una época determinada, con mayor motivo si nos situamos en épocas sobre las cuales no falta la documentación escrita pero la información gráfica de que se dispone es relativamente escasa.

Es lógico que para tener idea de los ambientes de la burguesía holandesa del siglo XVII haya que acudir a la pintura de Rembrandt y sus contemporáneos, del mismo modo que serán Rubens y los suyos los que pueden informarnos acerca de los equivalentes flamencos. Ya en nuestras latitudes, nadie refleja como Zurbarán los ámbitos monásticos. Velázquez, en un principio, nos deja entrever cómo eran los ambientes sevillanos, pero después nos muestra los círculos que rodeaban a la corte de los Habsburgo en Madrid.

Las especiales circunstancias en que transcurrió la labor de Velázquez, dividida en lo fundamental entre el tiempo dedicado a actividades pictóricas y el que quitaban las tareas derivadas de los cargos que durante casi cuarenta años ocupó en la corte, determinaron que el número de las pinturas que forman su catálogo sea relativamente reducido y que el núcleo fundamental pueda contemplarse en el Museo del Prado en Madrid.

Otros ejemplos importantes de la evolución de su obra pueden admirarse en museo y colecciones europeas, localizadas principalmente en Londres, Viena o Roma, pero también en el continente americano. Es una dispersión que podría considerarse negativa, pero también presenta algunas ventajas: por ejemplo, ha permitido ampliar el círculo, cada vez mayor desde el siglo XVIII, de los admiradores y de los interesados en el estudio de lo que es y representa la obra de este gran pintor. (De la introducción de Santiago Alcolea Gil)

Libro profusamente ilustrado.

Encuadernación en tapa dura con sobrecubierta.